Prof. Lic. María Isabel Alcoba
Integrante del equipo de formadores de CAEP
Asesora Institucional
“Ah, si pudieras bailar todo lo que
acabas de decir, entonces lo entendería”
Nikos Kazatzakis. Zorba el Griego
¿Cuántas veces escuchó hablar de las
Inteligencias Múltiples? ¿Cuántas escuelas conoce que las apliquen “realmente” en su Proyecto Educativo y por consiguiente, en la tarea diagnóstica,
en la planificación, en las estrategias de enseñanza, en las actividades que se proponen a los alumnos, en los
recursos y en la evaluación? Probablemente la respuesta de la primera, se diferencie notablemente de la
segunda.
Es que la afirmación
esperanzada, de Howard Gardner, el psicólogo del desarrollo que en 1993 escribía
“Espero que en los próximos veinte años
se haga el esfuerzo necesario para crear una educación que tome en serio las
inteligencias múltiples” [1],
no parece haberse cumplido al nivel del sistema.
Ciertamente, han pasado ya
más de veinte años, y para muchos, las
inteligencias múltiples siguen siendo una teoría que se puso de moda y que
pasará como otras “modas” que se han visto nacer y morir. Pero este modelo sea
es una “innovación” que no se puede para aplicar a medias y cuando uno
quiera. Significa un cambio total; es hacer centro en otro lado, para dibujar
con el compás de nuestra tarea, un círculo diferente.
La
teoría de las Inteligencias Múltiples nos invita justamente a cambiar el concepto de “buen alumno”. Perkins[2]
llama “monolíticas” a las concepciones de la inteligencia humana que se
circunscriben a lo lógico matemático y a
lo lingüístico. Un monolito es difícil de mover por su peso y tamaño. Gardner nos desafía a aligerarlo, descubriendo sus múltiples
facetas. Porque para él, todos somos “inteligentes” pero diversamente.
La inteligencia ya no
responde solamente a la medición de un cociente intelectual si no que se abre
en dimensiones que comprenden la lingüístico, la lógico matemática, pero
también la cinestésica- corporal, la musical, la visual espacial, la
naturalista, la interpersonal y la intrapersonal. El tema es que, más allá de
esta enumeración que todos sabemos (porque está de moda hablar de la “moda”) sólo
dejaremos de ser “monolíticos” cuando diversifiquemos
las oportunidades pedagógicas para cada uno de nuestros alumnos. Esto significa
no sólo ofrecerles puntos de acceso
diferentes en la experiencia de aprendizaje, sino también facilitar la exploración de las inteligencias
menos “abiertas” (Gardner habla de ventanas) para estimular su desarrollo. Campbell[3] lo resume claramente cuando relata la
experiencia de Paula, una niña con
problemas serios de escritura, que los superó cuando su maestra la invitó a crear
un alfabeto con su cuerpo y que inspira el epígrafe de este artículo.
Ciertamente es un reto; implica
reconocer y desarrollar nuestras propias habilidades, reformular nuestra tarea,
y aceptar los riesgos. Pero lo importante es comenzar, animarse y caminar de a
poco. Es una oportunidad inigualable para comprender por fin la importancia de
un trabajo en equipo y finalmente es sentir que estamos “educando para la
inteligencia”. Hoy, es lo que debemos hacer.
[1] Gardner, Howard. Las Inteligencias Múltiples. La teoría en la práctica. Basic Books. Nueva York. 1993
[2] Perkins, David. La escuela inteligente. Gedisa. Barcelona. 2003
[3] Campbell Lina y otros. Inteligencias Múltiples. Usos prácticos para la
enseñanza y el aprendizaje. Troquel. Buenos Aires. 2005. Cap 3